¿Sabíais que las mandarinas son originarias de las zonas tropicales de Asia? Se cree que el nombre se debe al color de los trajes que utilizaban los mandarines, gobernantes de la antigua China. Entonces, ¿quién creó la mandarina clementina? ¿Fue debido a un cruce natural entre especies? ¿Desde cuándo las cultivamos en el Mediterráneo? Hoy hablaremos de éstas y otras curiosidades que nos acercarán más al interesante mundo de los cítricos.

Cuentan que a finales del siglo XIX el padre Clemente trabajaba en labores sociales para huérfanos en Argelia (granjas agrícolas, orfanatos, etc.). Sobre 1.900, este apasionado de las plantas tuvo la gran idea de recoger un poco de polen de las flores de un toronjo (árbol que produce naranjas amargas) y fecundar con él las flores de otro árbol, el mandarino. Estas flores dieron frutos y el hermano Clemente recuperó las semillas, las plantó y esperó con mucha paciencia. ¿Cuál creéis que fue el resultado? Crecieron unos árboles de una especie totalmente nueva y dos años más tarde dieron sus primero frutos. Estos frutos eran completamente nuevos: no tenían semillas, su piel era muy fina y contaban con un bajo contenido de acidez. Desde entonces, queridos amigos, se han cultivado en las zonas del Mediterráneo, y en 1.929 las clementinas recibieron este nombre en honor al padre Clemente.

¡Vaya descubrimiento! Nos encanta aprender de estas historias y nos da por pensar en que lo mejor, además de la sorpresa de crear una nueva variedad de mandarinas, sería lo contentos que se pondrían los niños del orfanato del padre Clemente con las dulces y sabrosas clementinas. Fuentes de vitaminas A y C contribuirían a mantener su sistema inmunológico en buenas condiciones, además del aporte extra de sales minerales que contienen, como el calcio y el magnesio, tan importantes para el crecimiento.

¡Que nunca nos acostemos sin saber una cosa más!